"Now here we stand with their blood on out hands
We've fought so hard now, can we understand?" - DragonForce
(Escenario: Lo que fué una ciudad, pero ahora está completamente destruida. Ruinas y escombros hasta donde alcanza la vista. Sólo un ser se mueve entre todo aquello: el narrador)
El día casi ha terminado. Una mezcla de amarillo con azul es la pintura que el cielo tiene éste día.
Cargando con todas mis cosas, decido hacer un esfuerzo a pesar de que mis piernas apenas responden y de que mis pies están ya entumidos de tanto dolor. Logro subir a las ruinas de lo que fué el techo de una casa y contemplo el atardecer.
Tras un momento, me siento pesadamente, casi dejándome caer. No puedo más. Respiro agitadamente un poco y luego saco una cantimplora de la mochila, y la llevo con ansias hasta mis resecos labios. El agua helada baja con dificultad por mi garganta que debe estar más seca y polvosa que aquel lugar.
Me quito el casco y lo pongo a un lado. Llevo mis manos a mi grasiento cabello mientras pongo mi cabeza entre mis rodillas.
Una exhalación más y luego me acuesto. El cielo está hermoso: es un color imposible de duplicar.
Antes de que lo sepa, me quedo dormido. Más tarde, el frío nocturno me despierta y a tientas logro sacar mi rasgada manta de la mochila. Me hago bolita intentando ignorar el hambre, pero es imposible, así que decido acabarme el paquete de galletas que tengo abierto, pero descubro que sólo tiene una última galleta, que antes de que me diera cuenta, ya había devorado.
Justo antes de cerrar los ojos veo algo a unos metros, entre los escombros de las casas. es algo colorido.
Trato de ignorarlo. Imposible. Podría ser comestible, o valioso.
En automático llevo el casco a mi cabeza de nuevo, la luz de la luna me basta para desplazarme cuidadosamente entre los edificios derrumbados.
Poco a poco me voy acercando al objeto. Lo único que se oye son mis botas machacando las piedrecitas que tapizan el irregular suelo de aquel paraje desolado...
Llego hasta él. Me agacho. El viento sopla (y está helado).
Lo supe antes de tomarlo: era un muñeco de peluche, y estaba casi completo.
Lo observé un momento. Era como de 30 cm de alto, le faltaba un brazo y era todo de color azul. Era un peluche de un murciélago, pero un murciélago caricaturizado, incluso lucía... lindo
Debí sonreir, y lo llevé de vuelta hasta dónde estaban mis cosas.
Lo abracé y me tape. Podría jurar que aquella noche dormí mejor y que aquel juguete abandonado ahuyentó la Pesadilla de alguna forma.
Un nuevo día. Levántate.